Entrevista
Escalera al Sur
Juan Pablo Bertazza

Atravesar esa puerta de doble hoja, encastrada en la esquina de Estados Unidos y Balcarce, significa entrar en la historia. Ya adentro de ese edificio francés, construido en los albores del siglo XX, puede verse cómo, en el piso de damero, juegan al ajedrez las almas de las estrellas más diversas que transitaron por ahí: Liza Minelli, Sean Connery, Mario Vargas Llosa, Ulises Petit de Murat, Luisa Mercedes Levinson y tantos otros astros que pasaron, fugaces, por la puerta de este bar que condensa las múltiples caras de la cultura porteña: el tango, el cine, los libros, el arte, el baile, la noche, la inspiración y la bohemia. 

 

Todo eso debía tener en mente Ricardo Montesino cuando, en el año 1967, decidió comprar ese local en el que funcionaba una ferretería. O quizás, al mismo tiempo que se despachaban bisagras, bujías, tuercas y tornillos, ya empezaba a rodar el destino de ese mítico y fundacional café que cambiaría, incluso, la fisonomía de San Telmo.

“Todo el mundo me pide que no cambie este bar por nada del mundo, porque ya tiene una identidad propia, lo cual permite agarrarse de algo entre tanto cambio”, narra Montesino.

“El barrio, por entonces, era totalmente distinto, no existían ‘El viejo almacén’ ni ‘Michelangelo’; había que explicarle a la gente dónde quedaba. ¿Viste la calle Florida? Bueno, caminás tres cuadras más y ahí está San Telmo. ‘Bar Sur’ fue el primer lugar de la zona; le puse ese nombre porque estamos en el sur, por el polo, por la Cruz, por el barrio. Todo el mundo me pide que no cambie este bar por nada del mundo, porque ya tiene una identidad propia, lo cual permite agarrarse de algo entre tanto cambio”, confirma orgulloso Ricardo Montesino desde una de las características mesas de madera del Bar Sur.

 

Y es verdad: para que nada cambie es necesario ir cambiando todo el tiempo. Y, durante casi medio siglo, los diferentes espectáculos que viene ofreciendo “Bar” Sur, referidos al tango y la cultura porteña, se fueron modificando de acuerdo con el pulso de cada época: hubo años con claro predominio del unipersonal, momentos en que brilló el café concert y otros donde reinó la milonga. Pero, más allá de matices, modalidades y estilos, lo importante es que en “Bar Sur” el show nunca dejó de continuar.

 

Eso lo tiene muy en claro Montesino, quien, en plena inauguración de la Feria del Libro, que tuvo lugar en marzo de 1975 en el Centro de Exposiciones de Buenos Aires, y adonde había accedido gracias a sus amigos de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), se inspiró para crear la original feria del tango, cuyo póster engalana también una de las paredes del “Bar Sur”. 

 

Autoproclamado “un bolichero que realiza actividades culturales y democráticas”, Ricardo Montesino está ultimando ahora una serie de transformaciones que se verán --se bailarán y se recordarán-- en el amplio subsuelo del edificio (hasta ahora casi en desuso) y que, lejos de traicionarla, profundizarán aún más la esencia del café: “Exacto, me encanta buscar nuevas variantes dentro de lo tradicional; quiero conseguir que el lugar encuentre su eje. La idea es incorporar música de la década del 60, por ejemplo, foxtrot y swing, que es algo así como el tango extranjero, y agregar afiches modernos que guardo de Pérez Celis y Páez Vilaró. También habrá lugar para el tango tecno, números de stand up, DJ’s y muchísimas cosas que voy a poner… No quiero armar un museo porque no me gusta la idea, pero sí reunir elementos que den cuenta del alma de “Bar Sur”. Voy a empezar abriendo el boliche el sábado hasta las cinco de la mañana, mientras en la planta baja seguimos con la milonga; quiero hacer las dos cosas y de esa forma ir renovando”, se ilusiona Montensino.

 

¿Desde 1967 hasta hoy, cuál fue el momento más difícil para sostener el bar?
Todas las épocas fueron duras porque cada vez que asume un gobierno delinea un nuevo esquema de turismo y de cultura con modificaciones de precios y esquemas que afectan a todo el mundo. De un tiempo a esta parte, tomaron mucho empuje las milongas, quizás porque la danza es una de las actividades más antiguas de la humanidad; es decir, la danza en general, no solo el tango. Y yo no estoy en contra del tango de Hollywood; lo que hoy ofrece “Bar Sur” es un varieté de tango. Hubo una época en que llegamos a tener dieciséis números; ahora tenemos seis, pero ya lo vamos a lograr de nuevo.

 

Hombre mirando al Sur
Como aquellas teorías decimonónicas que encontraban una influencia ineludible entre el ambiente y las personas que lo habitan, hay una relación de clara continuidad entre “Bar Sur” y su dueño, que parece encarnar todos los hechos y anécdotas que cifran la historia de este bar.

 

“Además de Ulises Petit de Murat, Marco Denevi, Vargas Llosa o Chayanne, por acá venía gente del Di Tella. Muchos tomaban como un recinto del ‘under’ a este bolichito al que llegaron varios productores para llevarse a los artistas que surgían. La verdad que algo aprendí de todos esos genios que se la jugaron por mí, sobre todo la creatividad. Soy consciente de que tuve la dicha de conocerlos gracias al bar”, dice Montesino y no deja de observar con atención cada recoveco de su lugar en el mundo (el cartel fileteado con el nombre del local, la antigua máquina de café Omega) como quien se mira a sí mismo delante de un espejo.

 

“Si te fijás bien, te das cuenta de que el lugar es un gran rejunte de estilos, casi como si fuera una instalación. Conseguí en demoliciones muchas de estas cosas que ves: esas ménsulas que funcionan como columnas están hechas con las palas de panadería que, cuando se queman, te las regalan. Si bien tiene un aire de los años 40, se trata de un lugar atemporal.”

 

Y fueron muchos los momentos en que Montesino sintió precisamente eso, la sensación de que el tiempo se detenía y que estaba viviendo algo histórico. Por ejemplo, cuando el gran director hongkonés Wong Kar-wai llegó a Buenos Aires con la intención de realizar una adaptación de la novela The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig, y terminó filmando “Happy Together”, una película tan celebrada como inclasificable que, por supuesto, lleva inscripta en su celuloide la magia del “Bar Sur”: “El chino ese es un monstruo del cine arte, justo pasó por acá y se embaló con el lugar, se volvió loco y quiso usarlo como escenario de su película. Entonces vino el traductor para preguntarme cuánto salía grabar durante el fin de semana. Yo le respondí: ‘mirá, decile al director que grabar un fin de semana vale siempre el doble, acá y en la China’. Al final le terminamos cobrando 800 dólares por noche, pero la verdad que para mí es un orgullo que haya filmado acá porque el tipo es un poeta. Así que cerramos todo para que ellos pudieran trabajar tranquilos”, redondea la anécdota Montesino y enseguida recuerda que, en su fotogénico local, se filmaron varias películas más: “Recuerdo ahora una argentina de Eliseo Subiela, ‘Lifting del corazón’, y también una película sobre la dictadura, con producción internacional, y en la que actuó Antonio Banderas, que se llamó ‘Imagining Argentina’, pero esta no tuvo éxito”.

Sin embargo, mucho más descriptivo que cualquier escena cinematográfica y más contundente que las palabras de su propio dueño, resulta el extraordinario texto en el que Marco Denevi, autor de Rosaura a las diez, definió y difundió esa ceremonia secreta de la cultura y la historia porteña que tiene lugar en las cuatro paredes de “Bar Sur”:

“Además de Ulises Petit de Murat, Marco Denevi, Vargas Llosa o Chayanne, por acá venía gente del Di Tella. Muchos tomaban como un recinto del ‘under’ a este bolichito”, cuenta el dueño de Bar Sur.

“Resulta difícil no sentirse amigo de Ricardo Montesino. La atmósfera cálida, acogedora y me atrevo a decir familiar que reina en el Bar Sur, él la crea y difunde, no por estrategia de empresario sino por natural irradiación de su carácter. Todos cuantos amamos la noche, la conversación, el tango, le estamos agradecidos a Ricardo Montesino por no querer privarnos, no importa cuánto le cueste, de este pequeño gran templo nocturno, el Bar Sur, donde podemos oficiar nuestros rituales más queridos, más característicos de nuestra condición de porteños. Pero hay un rasgo en Ricardo Montesino que quiero poner en relieve, por lo poco común y, muy especial, porque me atañe como escritor. Se trata de su decidido y reiterado propósito de vincular el Bar Sur con manifestaciones o expresiones culturales, literarias y artísticas hasta convertirlo, más de una noche, en un parangón de esos cafés famosos en Europa por estar relacionados con la literatura o con la plástica. El Bar Sur no tiene ‘clientes’. Allí esta palabra carece de sentido. El Bar Sur tiene amigos, feligreses, cofrades, congregantes. O, todavía mejor, desempolvemos un antiguo vocablo ahora en desuso: ‘parroquianos’, un término impregnado de camaradería y de comunión”.

 

Aseguramos, por nuestra parte, que suscribirá esta completísima definición todo aquel que cruce la puerta de “Bar Sur”, café notable que te invitamos a descubrir sorteando entradas en cada emisión de nuestros programas “El Consejo Hoy” (miércoles de 20 a 21 en FM 95.5 Radio Concepto) y “El Consejo Hoy TV” (lunes de 21 a 21:30 en canal Metro).