Entrevista a Enrique Nardone
“Hay que dejar todo en la cancha, en la vida y en las organizaciones”

Como creador y ex director técnico de “Los Murciélagos”, el seleccionado nacional de fútbol sala para ciegos, Enrique Nardone se define como “un hombre de fútbol”. Sin embargo, su experiencia traspasa los límites de la cancha e inspira a quienes ocupan posiciones que involucran el liderazgo de equipos, como les sucede a muchos profesionales en Ciencias Económicas. Justamente por su capacidad de trasladar conceptos de la cancha a las organizaciones, Nardone dará un workshop gratuito durante el seminario previo al XII Congreso Internacional de Administración, que nuestro Consejo desarrollará el 11 de noviembre.

 

“El fútbol tiene que ver con las organizaciones y con la vida en general. Lo que vos no dejás en la cancha, lo que te guardás, directamente, no te sirve”, sostiene quien ahora dirige fútbol sala para ciegos del Club Atlético River Plate, durante una entrevista con revista Consejo.

 

Sus reflexiones vienen acompañadas de anécdotas sobre su trayectoria en “Los Murciélagos”, un proyecto que, confiesa, comenzó casi de casualidad. “Yo tenía una vida muy cómoda, un negocio muy próspero con una librería, y me recibí (de profesor de educación física) de grande, a los 29 años”, relata Nardone. Un día, una mujer que trabajaba en lo que ahora es la SENAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia) le propuso ir a darle clases de recreación “a un grupo de cieguitos”, y así empezó todo.

 

“La palabra clave siempre es ‘nosotros’ y no ‘yo’”, afirma y subraya que todo proyecto (deportivo, empresarial, personal) requiere siempre el intercambio de ideas entre personas. “Los Murciélagos” no fueron la excepción. En 1987, cuando decidió aceptar la invitación de trabajar con los ciegos de la SENAF, los alumnos eran cinco, pero en unos pocos meses, gracias al boca a boca, y al apoyo de la SENAF, se encontró dando clases de recreación los sábados, que incluían actividades como patín y atletismo, para unos 150 ciegos.

 

El fútbol llegó unos años más tarde, en 1989, cuando Nardone observó que esas tardes de sábado los disminuidos visuales organizaban partidos en los que los ciegos que se animaban a participar quedaban en clara desventaja. “Decidí poner a los ciegos a jugar aparte, en una plazoleta. Allí nos juntábamos y empezamos a armar el primer equipo de fútbol”. Con rosarios cortados metidos en pelotitas de plástico para que hicieran ruido y planchuelas de metal con chapitas de gaseosa a modo de pizarra para instrucciones tácticas, fue sentando las bases de algo que parecía imposible: un seleccionado nacional de ciegos.

 

La idea fue convirtiéndose en una realidad, y ganando entusiastas en todo el país, hasta quedar oficializada en el marco de la Federación Argentina de Deportes para Ciegos (FADEC), que incluye atletismo, natación y torball, entre otras disciplinas. “A veces hay que agarrar lo que nadie quiere”, reflexiona. “Yo llegué tarde a la reunión (de creación de la FADEC) y lo único que quedaba disponible era fútbol y me lo ofrecieron a mí”. Y decidió seguir adelante, con la actitud que ahora intenta inspirar en otros: “Hay que creer en uno mismo porque, a partir de las creencias, hacemos reglas que luego son contagiosas”, explica.

“El fútbol tiene que ver con las organizaciones y con la vida en general. Lo que vos no dejás en la cancha, lo que te guardás, directamente, no te sirve”, sintetiza Nardone.

Los años siguientes fueron de consolidación del equipo, que pasó, de perder absolutamente todos los partidos en su debut en 1991 en los Juegos Panamericanos de Ciegos, a consagrarse subcampeón mundial en 1998 y 2000, campeón de América en 1999, y campeón mundial en 2002, además de ganar la Medalla de Plata en los juegos Paraolímpicos de Atenas, en 2004, entre otros títulos que llegarían más tarde.

 

Además, en 1996, junto con su par brasileño Ramón Pereira de Souza y el español Carlos Campos, Nardone escribió el reglamento internacional de fútbol sala para ciegos, que establece, entre otras normas, la existencia de una guía que oficia de llamador para el delantero, indicándole cuándo puede patear al arco, y un seguro para evitar accidentes: cada vez que un jugador está a punto de disputar una pelota debe anunciarlo al grito de "voy".

 

Vale aclarar que el propio Nardone rechaza el uso del término no vidente, al que considera un eufemismo, y resalta que él entrena a ciegos. A su vez, subraya la distinción entre ciegos y disminuidos visuales. Estos últimos son capaces de ver sombras o bultos, algo que les daba una ventaja significativa en los comienzos de los torneos de fútbol, antes de la creación del reglamento unificado que impone el uso de parches oculares.

“Es un juego de mucha comunicación. La melodía perfecta del fútbol para ciegos es el gol. Para tocarla, todos tenemos que afinar el instrumento y cantar la misma canción”, sostiene Nardone, quien asegura que esto fácilmente se puede trasladar a cualquier organización, donde, aseguró, “muchas veces se trabaja a ciegas”.

Nardone entrenó a los ciegos hasta convertirlos en un seleccionado de fútbol. Según sus palabras, les ofreció una oportunidad a deportistas para que se desarrollaran. Pero ellos a su vez le dejaron innumerables enseñanzas, como la importancia de “tener paciencia y respetar el tiempo del otro” y de ser creativo, de aprender a romper modelos establecidos. Estas son algunas de las recomendaciones que él ahora busca llevar al ámbito de las organizaciones. “Lo importante es tener gente comprometida”, subraya y agrega: “Un jugador nuestro no ve la camiseta, pero te aseguro que la siente, la transpira”.