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Cultura - Resultados Concursos 2006

Literatura - Cuento matriculado - Mención Especial
Le dio sus ojos
Por la Dra. Sirotinsky, Amalia Beatríz
Andrés miró el cuerpo de Ana en el costado derecho de la cama y se tomó la cabeza. ¿Cómo pudo llegar a esto? La había golpeado hasta matarla. Era un asesino. Se arrodilló y le acarició los pies, luego se levantó y se acercó a la cabecera. Los ojos de la mujer estaban abiertos, pero él no los quiso cerrar. Necesitaba verlos. El corazón le latía con la misma intensidad que las venas en las sienes. Estaba tan aturdido que tuvo que hacer un esfuerzo para tranquilizarse. Los pensamientos se agolpaban brotando con la misma fuerza que su enojo. Ella había tenido siempre esa costumbre, maldita, maldita, de cruzar miradas con otros hombres. Sí, lo hacía, a pesar de que muchas veces él se lo recriminaba. Pero Ana siempre lo negaba.

- Andrés, estás enloqueciendo, imaginando. Si yo mirara tanto a otros hombres como vos decís, es que ya no me interesás y yo te quiero, estoy bien. No necesito a nadie más.


Andrés se quedó mirando los ojos de Ana, ya sin vida pero siempre tan hermosos para él. Se acostó al lado de ella, le tomó la mano y se quedó toda la noche en vigilia.


A la madrugada fue hasta el baño y se refrescó la cara. En el espejo su rostro desencajado; en la cocina, se preparó un café y lo tomó sin sentarse.


Dio vueltas por la casa todo el día. Cada tanto iba hasta la habitación y veía cómo la piel de Ana estaba tomando un color pálido y gris. Él no había visto nunca un muerto, pero no se impresionó. Era su Ana. La mujer que amó desde que la vio por primera vez.


A la noche se acostó de nuevo al lado de ella, la abrazó y pensó: El cerco se estrecha, cuánto tardarían en darse cuenta, todos o cualquiera, de que algo raro estaba sucediendo, pero no le importó. Ella era suya para siempre. Nadie podría impedírselo. Tampoco durmió hasta la madrugada.

A la mañana siguiente sonó el timbre del teléfono.


- Hola.


- ¿Qué tal? ¿Cómo estás?


- ¿Quién habla?


- ¿No me reconocés, qué te pasa, Ana? ¿No dormiste?


- Hola, María, disculpame, es que estoy preocupada, Andrés hace dos noches que casi no duerme y está rarísimo. No fue a trabajar. No me habla y me mira todo el tiempo. Cuando se despierte lo voy a acompañar al médico.

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