Informe Económico de Coyuntura

Nº 219 - Mayo 2002 - AÑO 20

 ANALISIS GLOBAL

La crisis del sistema financiero
El balance de pagos, reflejo de la crisis

La crisis del sistema financiero

La economía argentina experimenta una profunda crisis -la más grave de su historia-, que abarca tanto el espectro productivo-ocupacional como las cuentas públicas, la inestabilidad de precios y un "default" generalizado incluyendo el sistema financiero.

Por lo tanto, la situación del sistema financiero no es la única manifestación de la crisis, pero en la medida que ha impactado sobre miles de depositantes con un efecto de shock, las consecuencias políticas e institucionales se hacen sentir con extremo rigor.

Los bancos habían perdido depósitos en 2001 por un monto aproximado de $ 20.000 millones -especialmente en la segunda mitad del año-, lo que impulsó la instauración del denominado "corralito" a principios de diciembre último. Posteriormente, en el primer cuatrimestre del corriente año, el sistema perdió otros $10.000 millones, como consecuencia de las excepciones sobre el "corralito" -sueldos, jubilaciones y otros- y por los amparos judiciales que, en términos generales, se concentraron sobre los depósitos de mayor importe.

La caída de los depósitos ha colocado al sistema bancario en una situación de fuerte iliquidez, de manera que el Banco Central ha tenido que asistir a las entidades -vía redescuentos-, poniendo en riesgo el programa monetario restrictivo anunciado oportunamente -con un tope de $3.500 millones para todo el año 2002- con el propósito de no convalidar una alta inflación.

Por otra parte, la cuestión del "corralito" plantea una disyuntiva importante para el Gobierno, por cuanto su rápida eliminación es reclamada por los depositantes pero, al mismo tiempo, implica un alto riesgo de mayor presión sobre el tipo de cambio, con el consiguiente problema sobre el alza de los precios.

En los hechos, la búsqueda de una solución a esta disyuntiva fue la principal causa -aunque no la única- que determinó el alejamiento de la conducción económica encabezada por Remes Lenicov y su reemplazo por el Dr. Lavagna. Este último, en los aspectos principales, ha ratificado los lineamientos vigentes de la política económica, incluyendo la flotación del tipo de cambio.

El funcionamiento del sistema financiero plantea entonces tres temas principales que, en orden cronológico, consisten en: 1) evitar la salida de fondos por vía de los amparos, 2) reconvertir los depósitos a plazo fijo reprogramados por bonos y 3) reestructurar el sistema bancario en función de las nuevas condiciones vigentes.

El primer punto ya ha tenido principio de solución, a través de la denominada ley "antigoteo". Los depósitos reprogramados serán canjeados por algún tipo de bonos, y la reorganización del sistema financiero es inexorable. Basta comprender que con la caída de depósitos y el canje de plazos fijos por bonos, el sistema financiero queda reducido a una tercera parte de los depósitos que tenía hace un año.

Si a esta realidad le sumamos la desconfianza de los depositantes, es evidente que el sistema deberá reformularse profundamente, si se pretende colocar al mismo -como corresponde- al servicio de la producción.

El balance de pagos, reflejo de la crisis

Los fuertes desequilibrios que atravesó la economía argentina en 2001 -especialmente en la segunda mitad del año y muy especialmente, en el último trimestre- se vieron expresados en el balance de pagos y en sus cambios respecto del año precedente.

En primer lugar, la cuenta corriente redujo su déficit a la mitad, llevándolo a un monto equivalente a -1,6% del producto interno bruto. Esto reflejó fundamentalmente la aceleración de la recesión económica en el segundo semestre, con la consecuente caída de las importaciones. Esta fue tan drástica que incluso hizo revertir el signo del resultado de la cuenta corriente, que pasó a ser atípicamente positivo en el último trimestre del año.

Variaciones menores correspondieron a los servicios (fletes, seguros, pasajes, viajes, etc.), que presentaron alguna reducción de sus créditos y débitos, y a las rentas de la propiedad. Estas mostraron un cierto incremento, como fruto combinado de menores utilidades y dividendos al exterior -por la mayor recesión local- y mayores pagos de intereses, tanto del sector público como del privado. En este aspecto, y más allá de la estructura de vencimientos en cada año, el efecto de la fuerte disminución de las tasas de interés internacionales y de los megacanjes de deuda habría sido sobrecompensado por la mayor tasa de riesgo-país, la cual promedió 15,50% en 2001.

Dentro de la cuenta capital y financiera, el sector bancario tuvo un significativo ingreso neto, constituido en gran parte por créditos del FMI al Banco Central y por la radicación en el país de los requisitos de liquidez bancarios antes integrados en el exterior.

A su vez, los préstamos de otros organismos financieros multilaterales y de países se canalizaron al sector público no financiero, pero no pudieron evitar el fuerte egreso neto de este sector, causado por la amortización de deuda pública. A diferencia de la fuerte financiación externa lograda en 2000, esto respondió al cierre de los mercados internacionales voluntarios para la deuda soberana del país.

Durante el segundo semestre y especialmente hacia fines de año, el creciente riesgo de abandono del régimen de convertibilidad se tradujo en una huída del peso -corrida bancaria y corrida cambiaria-, implicando una acelerada salida de capitales del sector privado no financiero.

Se conformó así -revirtiendo drásticamente el signo del año anterior- un elevado déficit de la cuenta capital y financiera, la cual había venido presentando en la década de la convertibilidad un saldo positivo que tendía a compensar el déficit de la cuenta corriente.

Ambos déficit -de la cuenta corriente y la cuenta capital- debieron ser financiados mediante la utilización de reservas internacionales del Banco Central, que declinaron durante el año en u$s 12.082 millones. Esta considerable pérdida de reservas condicionaría seriamente el posterior proceso de salida de la crisis.

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