Informe Económico de Coyuntura

Nº 291 - Noviembre 2008 - AÑO 27

 ANALISIS GLOBAL

La crisis mundial y la economía argentina
La economía brasileña y el Mercosur

La crisis mundial y la economía argentina

La crisis financiera que se inició por el incremento en los índices de morosidad de los créditos hipotecarios en Estados Unidos hace más de un año, fue combatida inicialmente como un tema de iliquidez que pronto se reveló insuficiente. El problema se convirtió en una cuestión de insolvencia generalizada y de máxima desconfianza, que se expandió, dada la globalización financiera, a todos los mercados mundiales.

En tal escenario, los gobiernos y los bancos centrales de los países desarrollados reaccionaron inyectando enormes flujos de dinero, adquiriendo carteras crediticias con graves dificultades y elevando la garantía de los depósitos bancarios. También, en una acción coordinada de varios bancos centrales -excepto Japón- se decidió la rebaja de las tasas de interés.

Dado que estas medidas resultaron insuficientes para restablecer la confianza en los mercados financieros, los gobiernos han continuado tomando otras decisiones de salvataje, entre las que se destaca la adoptada por la administración estadounidense y de otros países en el sentido de adquirir acciones de bancos en dificultades, incluyendo algunos de envergadura mundial.

Una de las principales conclusiones de una crisis de la magnitud de la actual es que su propagación es inmediata y a escala global, en tanto que por otro lado, no existen mecanismos o instituciones que puedan dar respuesta en la misma magnitud y con la misma extensión. Los organismos financieros internacionales hoy existentes, como el Fondo Monetario Internacional, fueron diseñados en otro contexto histórico -al finalizar la segunda guerra mundial- y con el objetivo de enfrentar crisis de corto plazo y en ámbitos focalizados. En consecuencia, la construcción de una nueva arquitectura de orientación y control de los movimientos financieros a nivel global, será uno de los requerimientos impostergables en un futuro próximo.

Precisamente, la debilidad institucional del presente y la falta de coordinación adecuada entre los principales países centrales, es lo que está profundizando la crisis financiera, cuyas manifestaciones más visibles son la caída en las cotizaciones de los papeles bursátiles y de los títulos públicos -con un efecto de pérdida de riqueza- y la contracción del crédito, tanto para las familias como para las empresas.

Esta situación reduce los guarismos de consumo e inversión e impacta, por lo tanto, sobre la economía real, disminuyendo los niveles de producción y empleo. Además, dado que estos efectos son más perceptibles para el conjunto de la población, aumenta la sensación de desconfianza, profundizando aún más la crisis, que parece dirigirse hacia la conformación de una recesión económica mundial, cuyo mayor impacto, hasta el momento, se visualiza en los países desarrollados.

Para las denominadas economías emergentes, la crisis se manifiesta por dos vías; por un lado, a través del canal financiero y, por otro, por las consecuencias sobre el comercio exterior. En el caso de la economía argentina, en particular, este último efecto genera más preocupación, en principio, que la cuestión estrictamente financiera, considerando que la Argentina ya se encontraba prácticamente al margen de los mercados financieros internacionales. No obstante, los vencimientos de deuda pública en 2009 -del orden de los u$s 20.000 millones- requieren poner el foco en el superávit fiscal, los adelantos transitorios del Banco Central, las negociaciones con los organismos multilaterales de crédito (BID, Banco Mundial ) y los eventuales acuerdos para la refinanciación de los vencimientos de los Préstamos Garantizados y otros títulos públicos, tema este último que podría aportar fondos frescos a la Tesorería. En cuanto al sector privado, las preocupaciones pasan por la restricción y el encarecimiento del crédito bancario.

Con relación al intercambio comercial externo, la problemática consiste, por un lado, en proteger nuestra producción local de una fuerte presión importadora, como consecuencia del apoyo a sus exportaciones, ante el menor consumo interno, por parte de los principales proveedores mundiales de bienes industriales (incluyendo significativamente, en nuestro caso, a Brasil y China, que representan más del 40% de nuestras importaciones. Frente a la inconveniencia de practicar una devaluación fuerte del tipo de cambio -por razones inflacionarias-, el Gobierno seguramente extremará la aplicación de diversas medidas de protección (antidumping, salvaguardias, cupos, etc.)

Por el lado de las exportaciones, el principal foco de atención está puesto en el comportamiento del precio de los commodities agrícolas, que han experimentado un descenso importante en las últimas semanas. No obstante, cabe la posibilidad de que se sostenga, razonablemente, la demanda mundial de cereales y oleaginosas, en particular las adquisiciones chinas de poroto de soja y sus derivados. Tal posibilidad se basa en la eventual decisión del gobierno chino de sostener el consumo interno, para compensar el impacto recesivo de una caída de sus exportaciones industriales. En los rubros no alimenticios, por otro lado, es probable que las exportaciones argentinas sufran una contracción mayor frente a las nuevas condiciones del mercado mundial.

El sostenimiento de niveles aceptables para los precios agrícolas internacionales, es un dato relevante para la economía argentina, ya que inciden significativamente tanto en la determinación del superávit fiscal -vía derechos de exportación- como en el saldo positivo del comercio exterior. Y ambos elementos han sido pilares fundamentales para asegurar el buen desempeño de la economía argentina en los últimos años.

La economía brasileña y el Mercosur

Los efectos de la crisis internacional se manifestaron de modo importante sobre la economía brasileña, dada su gran dimensión relativa, su marcada apertura a los movimientos de capital y la composición de sus exportaciones.

Por el lado financiero, se registró una fuerte reversión del abundante flujo de capitales del exterior, observándose sucesivas y cuantiosas salidas netas de fondos (la velocidad de los cambios desactualiza los datos estadísticos). Esas salidas respondieron a la tendencia general de los inversores a deshacerse de activos de los mercados emergentes -buscando seguridad y liquidez, principalmente en los bonos del Tesoro de EE. UU.-, además de la demanda de las empresas para cancelar deudas con el exterior.

Esta fuga de capitales implicó una sustancial devaluación de la moneda brasileña, la mayor entre las economías latinoamericanas en los últimos dos meses. Y ello a pesar de las fuertes ventas de dólares por parte del Banco Central, después de un prolongado período sin su intervención en el mercado cambiario.

Además, la salida de capitales también impactó en muy fuertes caídas de las cotizaciones bursátiles, como lo evidenció la evolución de los índices de la bolsa de San Pablo.

A la natural falta de financiación externa, se sumó una casi desaparición del crédito a empresas y personas, así como la fuerte suba de las tasas de interés -ya muy elevadas, dada la política monetaria tradicional-, en un escenario de aumento de la morosidad en las deudas.

Por otro lado, se produjo un desplome de los precios internacionales de los productos básicos o commodities, incluyendo entre otros el trigo y la soja, bienes con importante participación en la canasta exportadora de Brasil. En cuanto al balance comercial, el superávit de u$s 40.000 millones en 2007 se reduciría a la mitad en el corriente año, en tanto que el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos subiría a cerca de 2% en 2008.

La contracción de la demanda interna y externa de bienes y servicios se reflejará en un menor crecimiento de la actividad económica, estimándose -incluido el FMI- que el producto interno bruto (PIB) aumentaría 5,2% en 2008 (luego de 5,4% en 2007), ritmo que igualmente dejaría a la economía brasileña en una posición favorable a nivel internacional, si bien no será ésa la tasa de crecimiento en la segunda mitad del año. En cuanto a las diversas previsiones existentes para el año 2009, las mismas aparecen, al menos, como demasiado anticipadas, dada la elevada incertidumbre de la actual coyuntura.

Ante el creciente deterioro del cuadro macro, meso (o de sectores) y microeconómico, las autoridades han ido adoptando una serie de medidas progresivamente más inusuales. Así, el Banco Central realizó varias reducciones de los requisitos de reserva o encajes bancarios, a fin de incrementar el crédito al sector privado. Más específicamente, la autoridad monetaria también dispuso prestar a los bancos con el fin de que amplíen el muy escaso crédito a los exportadores. Por otra parte, el Banco Central dispuso reanudar -luego de más de dos años- los pases activos en dólares (swaps) a los bancos a cambio de títulos públicos, utilizando así temporalmente una fracción de sus reservas internacionales, que suman unos u$s 200.000 millones.

También se adoptaron medidas para aumentar la masa de crédito disponible para los sectores de la agricultura y la construcción. Ya en la segunda quincena de octubre, el gobierno autorizó a los dos grandes bancos nacionales a efectuar compras parciales del capital de bancos pequeños y medianos con problemas de liquidez.

En este contexto de la economía brasileña, importa considerar que 2008 será el quinto año consecutivo de déficit argentino en el comercio bilateral, con una tendencia creciente de los montos respectivos. En los nueve primeros meses del corriente año, dicho déficit fue de u$s 3.840 millones, o sea, 29,6% más que en 2007.

Si bien los flujos del comercio bilateral dependen principalmente de las fases del ciclo económico (y no principalmente del tipo de cambio), existen lógicas preocupaciones en el sector industrial argentino ante la sustancial devaluación del real frente al peso y frente a la producción excedente del sector manufacturero brasileño.

La reciente reticencia de Brasil ante la intención argentina de aumentar el arancel externo común (AEC) del Mercosur, podría explicarse considerando el objetivo brasileño de participar en los ámbitos globales de liderazgo, en cercanía con el G-7 -como se observó en la última reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC)-, para lo cual sería un obstáculo adoptar nuevas medidas proteccionistas.

Ante este panorama, aparece como deseable que las próximas reuniones del Mercosur permitan la obtención de acuerdos que consoliden el bloque -incluso ante prácticas de comercio desleal de extrazona- y posibiliten llevar una posición común a la cumbre del Grupo de los 20 a realizarse el próximo 15 de noviembre.