Informe Económico de Coyuntura

Nº 297 - Junio 2009 - AÑO 27

 TEMAS DE ACTUALIDAD

La economía argentina en los inicios del tercer milenio: ciencia, tecnología y desarrollo. (1)

La economía argentina en los inicios del tercer milenio: ciencia, tecnología y desarrollo. (1)

Desde una perspectiva amplia podemos decir que en el curso de las últimas cinco décadas la Argentina ha intentado organizar la actividad económica en base a dos grandes regímenes de política pública, de naturaleza casi antagónica.

El primero de dichos regímenes coloca al Estado como agente central de la escena y concibe el ordenamiento social como una economía de comando en la que el Sector Público jugaba un rol crucial como agente coordinador de la actividad productiva y como productor directo de bienes y servicios.

El segundo de dichos regímenes de política pública revierte todo lo anterior. Supone que el fracaso del Gobierno es mayor que el fracaso de los mercados y propone en función de ello desmantelar una a una las instituciones del régimen anterior de políticas públicas y poner en su lugar al mercado y a la libre elección de los consumidores como determinantes centrales del modelo de organización social. Desaparece toda forma de política industrial.

Asistimos contemporáneamente a los inicios de un nuevo ciclo de debate sobre estos temas, originado en el hecho de que tampoco las reformas estructurales pro-mercado (neoliberales) han dado por resultado lo que de ellas se esperaba. A nivel de la economía en su conjunto la brecha de productividad e ingresos con el mundo desarrollado sigue siendo tan grande como en el pasado -la Argentina alcanza, en promedio un escaso 40% del nivel de productividad medio de la economía norteamericana-, la equidad social no sólo no ha mejorado sino que, por el contrario, se ha deteriorado, si comparamos el escenario actual con los años '70, la macroeconomía sigue siendo altamente volátil e incierta como antes y la comunidad empresaria no muestra signos de haber adquirido una conducta tecnológica más dinámica y proactiva en materia de esfuerzos tecnológicos e innovativos locales. Estos simplemente no se han materializado y la reciente reactivación fabril (en sectores como textiles, de durables de consumo o de bienes de capital) se ha producido mejorando plantas fabriles viejas (circa 1970 y 1980) y no avanzando hacia una nueva generación de establecimientos productivos de clase mundial. Es más, dicha modernización ha estado primordialmente basada en la importación de equipos de capital y tecnología desde el exterior no habiendo mayor evidencia de un aumento de importancia en el gasto doméstico en investigación y desarrollo (I&D), o buscando fortalecer el Sistema Innovativo Nacional a través de vínculos más profundos con el aparato universitario, con los laboratorios públicos de investigación, con las firmas domésticas de ingeniería.

La realidad actual muestra que una parte (reducida) de la sociedad -digamos, entre 30 y 40% del total- ha conseguido una transición satisfactoria a los artefactos e instituciones de la modernidad, y vive mejor que en el pasado. Gran parte de la nueva riqueza generada por la apertura comercial externa y por la desregulación de los mercados se ha concentrado en ámbitos restringidos de la sociedad y en sectores particulares de la estructura productiva, pudiéndose decir que ello no alcanza para que, globalmente, la sociedad argentina como un todo se haya beneficiado de la transición a un modelo más abierto y desregulado de funcionamiento de la actividad productiva. Seguimos siendo un país en el que los núcleos de modernidad no llegan a ocultar la enorme lista de carencias y formas de inequidad que reclaman ser enfrentadas a futuro.

En nuestra opinión, el Talón de Aquiles de la Argentina contemporánea debe buscarse en el bajo nivel de productividad factorial que alcanzan amplios segmentos de nuestro aparato productivo, y en el hecho de que el ritmo de cambio tecnológico que la economía en su conjunto incorpora año tras año no es suficiente, ni está adecuadamente distribuido -entre regiones, tipos de empresas, ramas de actividad- como para permitir que el país en su conjunto vaya convergiendo a la productividad media de los países desarrollados.

Es sólo a través del gradual cierre de la brecha de productividad entre firmas, regiones y ramas de actividad, y de un fuerte incremento en la capacidad de producir y exportar bienes y servicios con más alto valor agregado doméstico, que la Argentina estará en condiciones de otorgar a sus ciudadanos salarios de país desarrollado y niveles de bienestar más cercanos a los que disfruta en la actualidad el ciudadano promedio de los países avanzados.

Además de involucrar el aumento del producto per cápita, el desarrollo de una sociedad involucra cambios de su estructura productiva, la creación de instituciones, la construcción de mercados y de nuevas capacidades tecnológicas en la sociedad, así como la gradual conformación de una trama país-y-lugar-especifica de vínculos y hábitos de interacción entre empresas, consumidores, agencias gubernamentales y una vasta gama de otras organizaciones -muchas de las cuales no necesariamente operan en base a reglas de mercado- como son las universidades, los sindicatos, las autoridades municipales, los colegios profesionales, y demás. La forma en que dicha trama de actores construye sus patrones de comportamiento, sus formas de vinculación, dan paso a muy distintos estilos de capitalismo en el mundo, con ritmos muy diferentes de desempeño económico.

Sorprende, sin embargo, que pese a lo mucho que ha cambiado el país en años recientes en lo que hace a estructura y comportamiento de su aparato productivo e institucional, es verdaderamente poco lo que ha cambiado en materia de conducta innovativa y tecnológica y en lo referido al papel subsidiario y marginal que cumple el Sistema Innovativo Nacional como fuente del cambio tecnológico y del ritmo de modernización del aparato productivo doméstico.

Por su parte, los sucesivos gobiernos siguen sin llegar a comprender la importancia básica que tiene el poder diseñar e instrumentar una estrategia-país de medio y largo plazo como es la que aplican hoy países tan distintos como Corea, Taiwán, Singapur, Finlandia, Nueva Zelanda, Australia o Israel, que gastan entre 2,5 y 4% del PIB en Investigación y Desarrollo y que han ido construyendo una nueva institucionalidad público/privada para el manejo de la innovación y el cambio tecnológico. En nuestra inmediata cercanía regional países como Chile y Brasil han comprendido este hecho en el curso de los últimos años y avanzan resueltamente en este sentido dejando atrás al endeble cuadro nacional en la materia.

Es difícil decir ex-ante qué es lo que habrá de funcionar y qué es lo que no. El proceso de inducir mayor innovación, más asociatividad entre firmas, la apertura de nuevas empresas de mayor contenido tecnológico y la búsqueda de nuevas capacidades competitivas internacionales no obedece a un modelo único y predeterminado, válido en cualquier país y circunstancia histórica. El éxito es quizás tan frecuente como el fracaso, como nos muestran los ejemplos de Corea, Israel, Nueva Zelanda, Irlanda y otros países. Pero sin lugar a dudas el rápido desarrollo de todos estos países en años recientes ha involucrado la presencia de un Sector Público proactivo ocupado en construir una institucionalidad más vibrante y proactiva en materia tecnológica e innovativa. Se requiere de un alto grado de pragmatismo, ensayo y error y experimentación.

Hay diferentes estilos de capitalismo en el mundo y cada país necesita encontrar el camino que más cuadra con su idiosincrasia, su historia y sus ventajas comparativas. La Argentina debe aún encontrar cuál es el estilo de capitalismo que más se acerca a sus necesidades y posibilidades. Cómo construir capacidades productivas y tecnológicas a futuro y cómo desarrollar una institucionalidad adecuada para la innovación emergen en este momento como los grandes desafíos que reclaman respuesta si deseamos conseguir más equidad y mejor inserción competitiva internacional. La tarea por delante es grande y debemos evitar que la gran conflictualidad que al presente exhibe nuestra sociedad nos oculte los verdaderos dilemas que debemos enfrentar.

(1) Extracto del estudio de Jorge Katz, publicado en Boletín Informativo Techint, Nº 327, Buenos Aires, septiembre-diciembre 2008.