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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 78 - Febrero 2006

La situación en América Latina
El voluntariado y la lucha contra la pobreza

El doctor Bernardo Kliksberg analiza las incumbencias del voluntariado como herramienta para mejorar la situación social de América Latina. La clave para el especialista está en que tanto el sector público como el privado combinen esfuerzos para solucionar esta situación que hoy castiga a más del 40% de la población latinoamericana.
Autor:
Dr. Bernardo Kliksberg
Asesor especial de la ONU, BID, OEA, UNESCO, UNICEF, OIT y otros. Profesor Honorario de la UBA. Autor de numerosas obras.
En una América Latina con gravísimos problemas sociales, con una pobreza que en 2005 se hallaba en el 41% (superior a la de 1980, 40%) y que presenta la peor desigualdad del planeta (el 10% más rico tiene el 48% del ingreso, y el 10% más pobre, sólo el 1.6%), el voluntariado puede jugar un gran rol ayudando a políticas públicas antipobreza.
Para ello es necesario conformar una visión renovada sobre el voluntariado latinoamericano. Ese es el propósito de las siguientes tesis.

Primera tesis: El voluntariado es un gran productor de bienes y servicios sociales

Según una medición de la Universidad Johns Hopkins (Washington) hecha para 35 países, las ONG significan el 20% de la población adulta y generan anualmente el 5% del producto bruto interno total en promedio. Si se sumara todo lo que producen las ONG de estos 35 países juntas, ellas serían la séptima economía del mundo.


La UNICEF estima que en el año 2000 10 millones de voluntarios vacunaron en el mundo a 550 millones de chicos. El producto que generaron puede estimarse en 10.000 millones de dólares.


En países como la Argentina y Brasil, el aporte de las ONG apoyadas en voluntariado supera el 2% del PBI.


Pero esos aportes son sólo una parte de lo que las organizaciones voluntarias podrían generar si estuvieran promovidas, apoyadas, estimuladas y capacitadas.

Segunda tesis: El voluntariado es capital social en acción

Existe un amplio consenso en que una de las fuerzas motoras del desarrollo es el capital social de las sociedades, integrado básicamente por la confianza, la asociatividad, el civismo y los valores éticos.


El voluntariado es capital social en acción. Surge de valores éticos positivos. Implica generar asociatividad, significa madurez cívica; las organizaciones voluntarias se apoyan en la confianza mutua entre sus integrantes y en la confianza que tiene en ellas la sociedad.


La experiencia voluntaria fortalece el civismo. Los estudios muestran que, cuando los jóvenes participan en actividades voluntarias o tienen padres que lo hacen, aumentan considerablemente las posibilidades de que se conviertan en adultos socialmente responsables.

Tercera tesis: Es una falacia oponer Estado y voluntariado

La falacia tiene diferentes versiones. Se dice que el Estado es quien debe hacerse cargo de lo social, que un voluntariado activo sería señal de un Estado débil, o que el voluntariado no puede cambiar las causas de la pobreza y por tanto su tarea es un mero paliativo.


Pero eso no es así. Los países líderes en trabajo voluntario tienen estados de excelencia, como Noruega, Suecia, Israel y otros. Si bien la tarea voluntaria no cambia los problemas de fondo, salva vidas a diario. Cada una de ellas tiene la máxima importancia. Ya la antigua sabiduría del Talmud lo señala: "Aquel que ayuda a salvar una sola vida es como si salvara a todo el género humano".


Para enfrentar la pobreza persistente que "mata" y "enferma" a millones diariamente en América Latina, se necesita la acción combinada de todos. El Estado es el responsable principal de garantizar a los ciudadanos sus derechos a la nutrición, la salud, la educación, la vivienda y el trabajo, pero ello no exime a los otros actores sociales. El voluntariado puede complementar y enriquecer las políticas sociales. Establecer alianzas estratégicas entre ambos, y sumar a ellas a la empresa privada y otros actores es la vía que han seguido las sociedades más avanzadas.

Cuarta tesis: El voluntariado está movido por el compromiso ético

Existen enormes posibilidades de desarrollar el voluntariado porque su fuerza impulsora se halla en la naturaleza del ser humano, en el sentimiento profundo de que la solidaridad activa, la trascendencia, es más un privilegio que una obligación.


Thompson y Toro (2000) plantean que "la acción política y la religiosa son hoy quizás los motores más importantes para el desarrollo del voluntariado social en América Latina". Ambas implican un compromiso ético.


En Perú, el 47% de los jóvenes que hacen trabajo voluntario dice que es parte de sus creencias religiosas. Por otra parte, la motivación política en el sentido más noble de ayudar a construir una sociedad mejor es otro impulsor poderoso.

Quinta tesis: Avanza el voluntariado constructor de ciudadanía y participación

Las sociedades de la región exigen una ciudadanía integral.


Al ciudadano usual sólo se le reconocían sus derechos políticos. El ciudadano debe tener derechos económicos, sociales y culturales, entre otros; si no, su ciudadanía es "simbólica".


El voluntariado de la región está en primera línea de la lucha por la ciudadanía ampliada. Ha avanzado fuertemente en su acción la necesidad de reemplazar el modelo tradicional, basado en la ayuda, por otro, donde voluntario y comunidad asistida construyen una relación de iguales. Un objetivo eje es fortalecer la construcción de ciudadanía.

Sexta tesis: Logros "a pesar de..."

En los países líderes en voluntariado, las escuelas lo cultivan, los medios masivos lo resaltan, hay desgravaciones fiscales, las políticas públicas lo apoyan, la legislación le otorga facilidades y la opinión pública lo valora. Los jóvenes se sienten estimulados a participar en actividades voluntarias.


En América Latina, el voluntariado recién empieza a conformarse como política pública. La legislación es débil y casi exclusivamente reguladora, y los medios no le han prestado atención.


Los avances han sido no a favor de, sino "a pesar de" estas condiciones adversas. Están basados en la fuerza de personas y de grupos comprometidos éticamente. También se fundamentan en el gran potencial de solidaridad y valores morales de la población latinoamericana.

Séptima tesis: El voluntariado todavía no ha dicho lo que tiene que decir

Los graves problemas sociales que crean tanta miseria y pobreza en un continente potencialmente tan rico, que desestabilizan la gobernabilidad, que minan la confianza, que crean generaciones de jóvenes desalentados, y que tienen una de sus bases en la aguda desigualdad, requieren una respuesta colectiva. Corresponde a la política pública asumir responsabilidades centrales al respecto.


El voluntariado latinoamericano y argentino, con su vigor, su capacidad creativa, su genuinidad, puede hacer aportes trascendentes. Es necesario crear una política de Estado para respaldarlo, jerarquizarlo, dictar leyes promotoras, educar sistemáticamente, ponerlo en la gran agenda pública.


Entre las organizaciones de la sociedad civil, las que agrupan a profesionales, como el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pueden hacer aportes voluntarios de mucho significado ayudando a fortalecer gerencial y administrativamente a las ONG. De esta forma, se fomenta la responsabilidad social empresarial y se crean programas de apoyo voluntario directo centrados en facilitar el acceso a la producción de las comunidades desfavorecidas.


Una convocatoria seria al voluntariado de la región y del país puede dar resultados muy importantes por el aporte económico-social directo que puede generar, pero además por el mensaje moral que pueden enviar esas caras jóvenes o adultas llenas de deseos de ayudar al prójimo, por ese trabajo de perfil bajo y por la emoción experimentada cuando se logran avances.

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